sábado, 28 de abril de 2012

Tierra caliente.


El lengüetazo de calor te envuelve en cuanto ves el primer árbol de mango en medio de la sierra. Se activan los engranajes enmohecidos de una maquinaria que se mantenía olvidada en el recogimiento de la niebla fría: El cuerpo reclama su preponderancia. Se abren los poros, los ojos se queman con el sudor de la cien; los oídos zumban; la piel se tuesta a cada movimiento;  poco a poco el esternón se hinchan por las bocanada de aire hirviente; la saliva se paraliza y la sed, la verdadera sed, reclama.

La vorágine de tierra caliente te da la bienvenida. Las jugosas mujeres con cabeza de caimán se pasean de aquí para allá con la risa contra el sol. Paraje bendecido por la veladora negra y una calaca con corona de oro.
Los zopilotes vuelan raudos desde el cañón a la playa. Dos, cuatro cervezas.
Urbe subtropical de crueldad inocente: “mira papacito, aquí paga’ o paga’, o ay tu sabe’ y te arregla’ con el soldao’”.
Tras, tras: La sinaloense a todo lo que da: tres, cinco caguamas. No hay alivio ni en el Oxxo helado con olor a tedio y refrigerador sucio. 

Tras, tras:

---Aquí el señor, mírelo como anda, lo vamo’ a remitir--- dice el zopilote
---uste’ no se meta, o me lo llevo también…--- intimida el armadillo.
---como le voy a echa la mano, si ya lo repoltamos y ay cámara’, me van a perjudicar--- aclara la tortuga.
---no, po' yo no sé, arréglense allá con el jue’--- amenaza el zopilote.
---Ira, yo sé manito, deja lo subimo’ y ahí a do’ cuadra hablamo’, la multa e’ de se'ciento’ ahí tu piensa--- concilia el armadillo.
Todo se arregla con trescientos.
---Pero ya váyanse a dormir…--- ríe el zopilote y levanta el vuelo en su patrulla.

La ciudad zumba de noche como un sancudo hambriento…


viernes, 13 de abril de 2012

Santo, santo, santo...

¡Oh, sacrosantos!:


Tamales de chipilìn

yerba santa

Y mumu

Atole agrio

Café negro

Y pan coleto

Pozol

Y tascalate

Cochito adobado

Y Barbacoa de res

Caldo de gallina de rancho

Con zetas

O de camarón

Con limòn

Y Modelo especial

(¡En cahuama!)

O al ajillo

Con mojarra frita

Cochinita pibil

y puerco ahumado

Mangos con chile

Sandia en rebanadas

Ciruela y nanche

duraznos

Posh con ponche

O cocacola

Amèn

jueves, 12 de abril de 2012

San Cris...

Los árboles cantan a coro, felices, el fin del mundo.

Jueves santo. Seis en punto.

La luz no ha despuntado al momento que camino sobre unas baldosas hexagonales.

Dos juniors coletos, borrachos, rezagados, se abrazan mientras discuten quien va a manejar su auto del año; cruzo la plaza, el parque, al tiempo que destapo la sacra cocacola a los pies de la cruz de madera que se enfrenta a la catedral. Se me acomodan las tripas y escucho: fugases, gritos en tzotzil (¿tzeltal, tojolabal?) de una bandada de barrenderos en plena faena sobre la plaza. Bajo la escalinata. Subo la banqueta: escucho a mis espaldas como mi camarada da una, dos, tres arcadas, intentando vaciar el estomago. No lo va a lograr, pienso: la cerveza en lata se digiere fácil.

Camino con la media cara escondida en el cuello de la chamarra. Me detengo para dar paso a una camioneta de redilas, y ahí està: descalza, rebozo negro, nimbada en la luz más azul del alba. Morena y octogenaria, silenciosa. Observo quieto. Cruza frente a mi, de siniestra a diestra: se pierde en al final de la calle, recortada bajo la fachada amarilla de un templo barroco.

Me destenso.

Estoy muy crudo para creer en fantasmas. Estoy muy crudo para tener gripa. Estoy muy crudo para seguir bebiendo.

Lo siguiente sabe a salmo:Nunca se està muy crudo para trabajar.

Cargar, sudar, acomodar: El ciclo de la vida. No hay mejor ciudad para hacerla de peón. Una ciudad que ha devorado, ávida, generaciones y generaciones de sudor, hueso y sangre.

Ya a medio día, sobre tres docenas de cajas, sintiendo el traqueteo de una camioneta que viene y va, recibo el sol, severo, sobre mis parpados. Vonnegut tenìa razòn, pienso tranquilo. Lo demás es convulsión. Tu alma sobre los rescoldos de una ciudad muerta y anónima. Tu pellejo sobre el paisaje.

Quien diga que viajar es el non-plus-ultra del ser humano es un pobre imbècil:

Diez, doce, catorce horas contigo mismo, inmóvil, rumiando tu propia historia; las miserias de tu vida haciéndose jirones entre el viento del camino; hipnosis de un paisaje interminable y cambiante: Maguey, pirul, pino, ahuahuete, liquidámbar, mango, tamarindo, ceiba, guamúchil, organillo, biznaga, palmera… un dialogo interno interminable, canibalesco. ¿Creen que los autobuses tienen televisores gratuitamente? No mamen.

El vértigo horizontal fulmina la mente.

Bien, OK. Viajar por viajar, sin esperar nada especifico al final del camino, puede ser anestésico. El reto es viajar en la incertidumbre; cuando todos tus nervios y músculos se crispan a causa de la promesa de un trabajo subsiguiente al ultimo escalón del estribo de un autobús.

Viaje de negocios; una feria de vanidades iluminada por los fuegos fatuos de la soledad.

Ciudad Real: Villaviciosa. Ciudad de místicos y hierofantes medio pedos que pagan con Visa.

Un paria-hippie-regetonero dominicano me ofrece su magia latin-lover para conquistar unas pendejas de Cuatlitlán-izcalli a cambio de pagar la cuenta. Me burlo sonoro: se pone serio: nadie en este hoyo colonial, paraje de mala muerte, tiene sentido del humor. Confunden fetichismo con solemnidad; búsqueda con redención: pendejos.

Los chamula cobran veinte varos por entrar a su templo. Sin fotos. Me rio quedito, como ellos.