martes, 18 de diciembre de 2012

Memorias del anexo

Pa' la Saf y la Stef que me hacen soltar la sopa.


Por supuesto que creo en él. Lo conozco. Lo he tenido.

Hubo una época en que me ofrecieron mesas repletas de él, así, sin cortar, y yo sumergía la cara y lo inhalaba hasta perder el sentido.¡Amor, amor!¡Era el atasque! Bebido, comido, fumado, inyectado: cantidades ingentes a todas horas del día. Una frenética bacanal amorosa. Era monstruoso, sublime. Tenía una galaxia detrás de los ojos. Todo era para mí, y yo solo quería lo que seguía al exceso.

Pero lo encarecieron. Así es el bisne. Al principio lo pude costear, pero mi voracidad era más poderosa. Comencé a malbaratar todo mi mobiliario sentimental, quede vacio... luego, lo demás (hay cosas negras que hice para poder costearlo de las que jamás hablaré… ni conmigo mismo).Y a pesar de todo, las dosis se iban reduciendo. Primero a la mitad, y luego la cuarta parte de esa mitad. Hasta que sólo quedaron los miserables papelitos aquellos. Ni para un puto refine. La ira, la desesperación, la violencia, y a pesar de mi mismo, el escape: el bajón con todo y su síndrome de abstinencia, con sus fiebres heladas y sus propios microinfiernos; luego, emerger, rehabilitar; y de nuevo la luz, grisácea, tenue, sucia, pero luz al fin y al cabo...   

Entonces, no me vengas con eso de que no creo en el Amor. Claro que creo en él. Yo lo tuve, fue mio. Por eso me da pavor. Por eso el rencor: Por eso se me seca la boca (y luego se me hace agua...) n’amás de nombrarlo. Está cabrón.   

... Pero bueno, que traes ahí, a ver… tssss… mochilas... el probete nada más,así, n'amás de uñita...