por Bruce Sterling
(Traducción por Dr. Malavibra)
Los Ángeles. 2026.
Atraparon a Ted por hacer graffitti. Perder a Ted fue un terrible revés ya que él era el único en nuestra pandilla que sabía cómo robar latas de pintura en aerosol. Por ser considerado un potente instrumento de conexión social entre adolescentes, las latas de aerosol están catalogadas como “altamente susceptibles de abuso”. Pero la pintura en aerosol es una de las tantas cosas que los adolescentes no podemos comprar, como pistolas, anticonceptivos, alcohol, cigarros y música con groserías.
Me he esforzado mucho para poder comprar otra lata. Soy poeta urbano, o al menos eso intento. Fui al centro comercial disfrazado con un traje de papá y dinero en la mano. Las latas de pintura de aerosol son baratas. Hermosa pintura de colores, pidiendo a gritos ser rociada en algún lugar público donde todo mundo podrá mirar lo que hay dentro de nuestras mentes. La tienda no quiso venderme la lata. El Sistema de Comercio Electrónico simplemente no permitió la transacción. La pantalla se tornó gris y así permaneció, gris.
Esa espeluznante “restricción selectiva” asegura ahorrarle un montón de problemas a los adultos. Crecientes pedazos del mundo son simplemente… proscritos mágicamente. Es un extraño nuevo régimen donde todos los mercados y todas las escuelas y todos los autobuses y trenes y jets son etiquetados y rastreados y ambientados y controlados, ubicuos y geo-localizables… Dios Santo ¡amo esas palabras!... ¿Qué estaba diciendo?
Ah, sí. Los adolescentes vivimos en “espacios controlados”. Marcas de identificación en radio-frecuencia, sistemas de ubicación en tiempo real, sistema de localizamiento global, puertas inteligentes, cámaras de seguridad. Ellos nos protegen a nosotros los niños, de la imaginaria mafia de depredadores-terroristas-narcotraficantes-satánicos. Estamos “seguros”. Somos delincuentes juveniles en cuyos bolsillos hay teléfonos-niñera siempre encendidos. No hay forma de apagarlos. La Internet fue diseñada sin botón de “apagado”.
Y mi buen socio Ted, quien estúpidamente amaba rayar su propio nombre en los muros, fue enviado a la escuela correccional, donde la seguridad es demencialmente buena. En cuanto a mí, soy más inteligente que Ted, pero sin sus habilidades para conseguir latas de pintura en aerosol, las palabras del profeta desaparecerán de los muros del Metro. Por no mencionar mi cruzada para cubrir la ciudad con esténciles de los rostros de mis estrellas-pop favoritas: George Orwell y Aldous Huxley.
Y Shakespeare. Yo solía odiar a Shakespeare debido a que los maestros gustaban de plantarnos frente a las terminales con webcam, encender las lecciones de Shakespeare y salir del aula. Pero entonces, de alguna forma, nos presentaron Macbeth, una obra que actualmente TIENE QUE VER con nosotros. Los adultos no entienden (o de lo contrario no lo enseñarían) que Macbeth es una auténtica historia de mi generación. El mundo de Macbeth es el lugar donde vivimos los adolescentes. Piensa en esto: ¿no es cierto que esas “Tres Hermanas Fatídicas” que misteriosamente saben todo, pueden adivinar todas las cosas, instantáneamente, son como Gloogle? Aún más, ¿no es cierto que esas brujas pueden hacer que todo suene realmente genial, y sin embargo en la vida real, todo termina apestando? Bueno, esas “Tres Hermanas Fatídicas” son la “Internet de las Cosas”, ellas son la “Computación Ubicua”, ellas son los “Ambientes de Hallabilidad”. La verdad está escrita sobre la página (o en la pantalla, porque mi escuela no puede permitirse darnos “paginas”). Simplemente con leer esa asombrosa parte donde las brujas están hirviendo y preparando un seudocódigo en su caldero. ¡Ellas hablan como diseñadores informáticos!
Macbeth se la pasa incomodando a todos viendo fantasmas y cuchillos de realidad-virtual. Eso seguro tiene sentido. Todos los días de mí vida veo gente con teléfonos celulares gritando escalofriantes incoherencias en público. ¡El mundo de Macbeth es angustioso y paranoico! ¡No puedes tener un minuto de privacidad, ni siquiera dentro de tu propia cama!
Cuando presenté un ensayo sobre Macbeth en mi clase de literatura, inmediatamente todos los chicos estuvieron de acuerdo conmigo. No soy el tipo más popular de la escuela, pero ellos comenzaron a APLAUDIRME. Y Debbie, esa extraña chica gótica en mi clase, se identificó con Lady Macbeth… Después de escuchar mi reporte, Debbie caminó como sonámbula fuera del salón y simuló que se colgaba. Obviamente, las alarmas de los protocolos de suicidio-adolescente saltaron alrededor de Debbie inmediatamente. Debbie rompió las reglas del software, y ahora está completamente frita, al igual que Ted.
Mi papá –él todavía vive, aparentemente– me mando un correo electrónico desde China diciendo que yo debería “reclutar” a Debbie en las “dinámicas de producción de identidad online de mi grupo social”. Mi papá dice cosas como esa todo el tiempo. No he visto a mi papá cara a cara desde hace seis años. Mira: Soy un tipo de 17 años ¿bien? No quiero mandarle a Debbie algunas notitas electrónicas y un video digital. ¡Quiero ver a Debbie afuera! ¡Quizá pudimos habernos liberado de la ropa! Pero al parecer no hay ningún “afuera” ni para mí, ni para Debbie. Tampoco hay ningún “liberar”.
Muy bien, lo admito: Debbie está loca. El hecho de que Debbie realmente me guste, es una prueba irrefutable de ello. Debbie ACEPTA ese enfermo estado de la realidad. Ella lo ABRAZA y lo adopta. Estamos condenados.
Imagina que Debbie y yo salimos juntos alguna vez. Buscamos contactar con nuestro grupo de adolescentes. Para sobresalir necesito saber qué es lo que está en onda y que es lo rebelde, y Debbie necesita saber qué es lo que otras ciber-góticas están vistiendo ¿Parece razonable? ¡No!
No es que no podamos hacerlo. Es que todas nuestras relaciones sociales se han concretado a esa raquítica intensidad. ¡Están digitalizadas! ¡Y los aparatos de comunicación y los programas que persistentemente nos van acorralando son fabricados y poseídos por malvados, viejos y ricos ejecutivos y sus corporaciones! ¡Los sistemas de redes sociales no son de adolescentes! Esas maquinas están ¡MATANDO NUESTRAS ALMAS METODICAMENTE! Si tú eliminas los muros-graffiteados (con buena y vieja pintura en aerosol) nosotros no tenemos ningún medio donde expresarnos espontáneamente. No podremos “encontrarnos a nosotros mismos” (aunque los mercados ya nos han encontrado y ubicado con tachuelas en sus mapas de venta).
En el centro comercial, se nos inundan con datos locativos. Si Debbie y yo tratamos de husmear por ahí, buscando un lugar para besarnos, los carruseles de circuito cerrado giraran hacia donde estamos. Entonces un policía privado hace su aparición. ¿Qué sigue? “¿Qué te parece si vamos a besarnos a un parque? ¡Pero si no hay ninguno!, fueron rastreados con los satélites y suprimidos con los Google Maps”.
Muy bien, lo sé: Sueno bastante depresivo. Nosotros los poetas adolescentes nos deprimimos fácilmente. ¿Sabes qué es lo que me dicen cada vez que comienzo a despotricar sobre esto? “Consigue un hobby ¡juega videojuegos de fantasía! ¡Esos si están permitidos!” ¡Uy, gracias! Cuando yo era bebé mi mamá me dejaba caer de cabeza para poder jugar Wonder-World of Witchcraft. Sé muy bien a dónde conduce esta historia. Si “la religión es el opio de los pueblos”, entonces los alienantes mundos virtuales en 3D para multijugadores, son lo más duro y puro de la heroína afgana. Mi madre nunca volverá a ser parte de la fuerza laboral. Esta demasiado ocupada entrenándose a sí misma para convertirse en una Reina-Ultra-Elfo-Tolkien-Fantástica-Super-Masónica Nivel 146. ¡Como si eso ayudara! Mira: Puedo mostrarte el rango que ha alcanzado mi madre en su videojuego, ahí a la derecha de la pantalla: Mi madre es una Reina Elfo con Cheque de Desempleo. (CR)(Error de sistema)(Reinicio Total).
Debbie: ¿Por qué vuelves a buscarme, cuando sabes lo difícil que es para mí? ¿Por qué te conectas y me enlazas? ¿Por qué con tu teléfono? ¿Y por qué, por qué, por qué, me escribes ridículas notas en papel? Estoy enfermo de ti Debbie. ¿Por qué, por qué me hieres? Es simplemente para ver las cosas que tu sabes que estoy escribiendo de ti…
Debbie, tú crees en nosotros. Tú piensas que somos el futuro.
Soy miserablemente feliz, justo en este instante.