“(…)Verdad por ninguna parte
¿Dónde están los padres? ¿Dónde están los artistas?
¿Por qué no salen a las calles para protegernos?
¡Nos están matando. Ayúdenos!
Los Niños.”
Fragmento del manifiesto repartido durante
el funeral de Alexis Grigoropulos.
Un joven que ronda los veinte, cuyo atuendo es más bien relajado (peinado sin raya en medio, playera negra con letras curiosas, tenis sucios), decide una noche cualquiera salir a divertirse con sus amigos (muy seguramente escucharán música a alto volumen, cantarán desafinados, bailarán chistoso, se carcajearán, e incluso puede que besen a alguna chica y beban alguna cerveza). En cierto momento de la velada tendrá la mala suerte de cruzarse con las fuerzas del orden. ¿Mala suerte? más bien pésima, pues la región donde ocurren los hechos es gobernada por un partido político de derecha: El muchacho será abatido por una bala destinada (en teoría) a protegerlo, el joven será ASESINADO POR LA POLICÍA.
A decir de sus azules verdugos, el muchacho (armado solamente con su peinado de pelos tiesos y sus tenis mugrosos) será ultimado por representar una potencial amenaza contra las fuerzas armadas del Estado; aunque claro, al ser cuestionados acerca de cómo unos tenis sin lavar puede poner en riesgo la integridad de un escuadrón de hombres armados con rifles de alto calibre, los uniformados no podrán más que articular incoherencias.
La sociedad se indigna. Más al saber que el joven fue arteramente baleado por la espalda, sin ninguna advertencia previa y es acusado (calumniado) postmortem de delitos como tráfico de armas y narcotráfico (sin ninguna prueba, claro).
A pesar de la similitudes, lo aquí narrado no sucedió en diciembre del año pasado, no sucedió en un barrio griego, y el apellido del muchacho no era Grigoropoulos.
El escenario es México; Ocotlán, Jalisco, para ser precisos. Los asesinos pertenecen a la policía municipal del lugar, que ahora puede ufanarse de haber inaugurado el contador de crímenes perpetrados por el gobierno mexicano contra sus propios ciudadanos, a pocos minutos de iniciado el 2009.
El nombre de la victima era Fernando López Alejandre, apodado por sus amigos como El Nako. Sus delitos son múltiples y terribles (en el imaginario de la derecha nacional representada por el Partido Acción Nacional), cada uno agravado por el anterior, aquí los enlistamos:
Tenía 21 años de edad.
Tuvo el pelo largo.
Tuvo el pelo corto (parado con gel).
Le gustaba demasiado la música chida (metalcore específicamente) tanto, que incluso tenía ¡una banda! (musical, no delictiva…) llamada “Arcadia Libre”.
Tocaba el bajo.
Cuando tocaba gustaba de moshear.
Por su gusto musical podríamos aventurar que en cuanto a religión era a lo menos un católico crítico (de los que no balan ame-e-e-én) si no es que agnóstico o ateo. Por ello también se puede deducir que:
No usaba corbata.
No usaba zapatos boleados.
No usaba bigote de burócrata o vendedor de biblias.
No vendía biblias.
No leía la biblia
Leía (a Lovecraft entre otros).
Por algunos videos en Youtube también podemos inferir que:
Le gustaba reírse.
Tenía amigos.
Quería a sus amigos.
Sus amigos lo querían.
Por lo anterior, el sentido común también infiere que:
Nunca brutalizó, torturó, ni ejecutó por la espalda a otro ser humano.
Nunca arrebató un hijo a unos padres.
Nunca sesgo la amistad de nadie.
(Todas estas son cosas de las que no puede presumir su verdugo, ni la corporación para la cual trabaja).
Plomeado por la espalda mientras manejaba a casa para celebrar el año nuevo.
Ultimado por una bala que salio del revolver del policía Rosendo Maldonado, alias El Flaco, quien trabajaba en la corporación policíaca dirigida por Filiberto Ortiz, El Pinto, agente al servicio del ahora alcalde de Ocotlán, Absalón García Ochoa, que a su vez fue fiel esbirro del Gobierno de Jalisco durante el mandato de Francisco Ramírez Acuña célebre por su brutalidad contra los manifestantes altermundistas en 2004 y más recientemente, por ser el arquitecto de la sangrienta represión contra maestros en Oaxaca en 2006 y 2007 cuando Secretario de Gobernación de Felipe Calderón que ahora encabeza la fútil y sangrienta “Guerra contra el narco”. Todos vástagos del Partido Acción Nacional. La cadena de mando se reconoce inmediatamente. Son los responsables materiales y morales. Es fácil detectar la firma, el estilo de gobernar. Todos manchados por la sangre. Todos gobernando con el Terror. Todos impunes.
Son ellos los que justifican la creciente armamentización y militarización del país como un “mal necesario” en la sangrienta e interminable cruzada para “salvar a nuestra juventud de ser envenenada por las drogas”. Comienzo a sospechar que quieren rescatarnos del veneno, sólo para no privarse del placer de volarnos la cabeza a tiros.
Dr. Malavibra
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