sábado, 20 de diciembre de 2008

Cumshot Petrificado


Alto e imponente, se levanta vertical, el rutilante y potente monumento falocrático de color verde, que algunos pretenden hacer pasar por una inocentona demanda popular.


(Toda persona con un poco de juicio debería de desconfiar de cualquier cosa artificial que mida más de 50 metros, tenga forma alargada, resplandezca y sea justificada apelando al pueblo, la patria o Dios. Para ser más exacto, se debería desconfiar de sus fabricantes: Nada freudianamente halagüeño puede haber en el funcionamiento de una psique capaz de idear semejante mecanismo de compensación).

La plancha, resplandece en albo alarde circense. Fantasía de alto voltaje ideada para compensar y condescender. Centelleante pirotecnia eléctrica, desafiante, ideada desde lo más recóndito de las fantasías-pop del aspiracionismoprimermundistaclasemedierón (¡como en la tele!). ¿Qué, porqué? p’

us… ¿Porqué no? Solamente se vive una vez, y gobernar es vivir, para eso es el poder, ¿no?.


(además, el Zócalo ha visto peores… Como cuando Martín Cortes, hijo del

conquistador, decidió celebrar su cumpleaños ordenando trasladar a la plaza, abundante tierra, árboles, agua y maleza, con fin de emular un frondoso bosque, y así, cazar a gusto todo tipo de fauna importada desde recónditos lugares: siervos, leones, osos… para deleite del sequito cortesano… chale, mejor no doy ideas…)


Mares de rostros morenos abarrotan las carpas, formados para tener su pedacito de ilusión boreal y unos patines de yelo. ¡Pero que chingados!, la bruma del alcohol todavía no se disipa y puedo condescender también ¿por que no? si ellos pueden, que mi bilis no…


Aun así, es imposible sacudirse el resquemor que genera semejante cursilada. Sin embargo, la impoluta fantasía se ve mancillada por la persistente realidad: En los alrededores, en

el perímetro de la plancha, a un costado de catedral, vendedores de artesanías y demás traficantes de folclore de diseño, trasforman la banqueta en una inmensa balsa con la cual pueden salvaguardarse del naufragio económico y manufacturar su propia navidad cual buque-fábrica chino…

Al otro lado de la calle, entre 5 de mayo y Madero, a un lado del McDonals, una multitud se conglomera espontáneamente en la acera que se encuentra ocupada por un espectáculo menos monumental pero más interesante: hombres plateados con alas, niños (¿o enanos?) arlequines; duendes-botarga que combaten con un Batman (azotado por el desempleo navideño) por el control de la atención infantil, que se traduce en el flashazo de una foto de a 10 pesos; todo aquello, musicalizado con la presencia de un trío de estridentes gaitas (¡revuélcate en tu tumba Bretón!).


Unos pasos adelante, la audiencia improvisada se carcajea con otro espectáculo: ¡payasos albureros! Una pareja cómica, !de los de verdad, que mientan madres y cabulean a mansalva al desprevenido mirón!... La gente los disfruta, las carcajadas son espontáneas, a intervalos, demasiado sonoras, peligrosas; de pronto, un tercer payaso entra a escena y le habla al oído a su colega que se encuentra a mitad de un chiste. El payaso se detiene, mira sobre su hombro, le habla a su pareja cómica, el show se trunca:

—Pos ya se acabo el espectáculo porque ahí viene la patrulla y nos va a llevar a todos—grita el payasito; “Pinche payaso mamón” piensa la multitud y ríe de nuevo, pero las gaitas callan de golpe al tiempo que la gente comienza a revolverse nerviosa. Los payasos, gaiteros, duendes, arlequines y mirones se arremolinan: una cuadrilla de policías comandados por un oficial de estólidas maneras increpa a uno de los payasos:

—Ya se les dijo que aquí no pueden estar y si no se van ya‘orita me los voy a llevar—, amenaza el uniformado —estamos chambeando—, contesta el payaso maquillado—yo no se, ya les advertí— revira el sin maquillaje.


Murmullo general de desaprobación, chiflidos. Por fin, un moreno y valiente ciudadano increpa al ungulado uniformado: que si no están haciendo nada… que si la gente se divierte… que están en su derecho de ganarse el pan… que esta en la constitución… la ley… el gobierno no hace… los rateros… los sueldos que nosotros pagamos…la inseguridad… n’amás se hacen… no resuelven… que es una estupidez que esten-cuidando-a-los-payasos-cuando-en-las-calles-no-son-capaces-ni-de-pescar-un-resfriado(a menos que el resfriado se vea más o menos prieto y sin mucha influencia o cayo en eso de los derechos civiles y sea fácil sacarle una corta)… cuando-se-están-robando-a-paisanos-a-mano-armada.


—P’os es mi trabajo, ya me gustaría verlo a usted y a toda esta gente vistiendo el uniforme…—, —N’ombre, ¡nosotros si somos gente decente! —, grita la anónima voz que nos ha dado patria, cosechando algunas risas.


—Son ordenes de allá (señalando el antiguo edificio del ayuntamiento de la Nueva España, ¡majo!), del gobierno, yo n’amás soy policía y sólo las cumplo; si usted quiere que este espectáculo siga, le invito ha que redacte una carta y junte las firmas de los aquí presentes, para luego presentar su queja por escrito al jefe de gobierno para que atiendan su petición, que es como deben de hacerse las cosas, para que lo escuchen, por que yo no hago las leyes...—arenga el oficial, que termina siendo acribillado por una amarga carcajada de los asistentes, que de dicha manera apuntalan tan apabullarte alarde de sapiencia jurídica.

La antes alegre turba se dispersa recelosa, frustrada, molesta.


No hay lugar para la alegría verídica, la de dentaduras incompletas y medio amarillentas, en esta esquizoide fantasía de polipropileno, renos de hulespuma y metrosexualidad de altos kilowatts.

Impotente, asqueado, rabioso, vuelvo la mirada a la plancha por última vez, antes de doblar la esquina y largarme…


Los niños siguen sonriendo, haciendo cola en los recovecos de aquel cumshot petrificado, rostros morenos anhelantes ante aquella descomunal eyaculación del poder.


***


Nos alejamos del Zócalo. Dos cuadras adelante, sentados en una esquina, los argentos hombres alados apuran un trago de caguama; un payaso solicita un cigarro a un transeúnte fumador: La noche no parece mejorar, al transeúnte se le ha terminado el tabaco.



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que feo se ve el zocalo con ese árbol y esa tonta pista de yelo, que chida crónica, me late lo que están escribiendo. ¡Saludos! (Vane, Leda)

Anónimo dijo...

Es cierto, yo también vi como esos hijoputas llegaron a quitarnos la diversión. Por cierto, el moreno valiente también era guapo, jeje.

Trizaleja dijo...

Crónica de disparidades hilarantes, me gusta el cinismo. Seguro el pole era ignorante hasta del nombre propio, y para colmo de ansias, el más triste fue el payaso. Mi país está en el mundo al revés, al otro lado del espejo, muy al otro lado, pero qué chingón ser mexicana, donde la banda se ríe en la jeta de un cuaco que quiere desalojar a un payaso del ¡Espacio público! Sólo quisiera saber ¿Por qué no fue a solicitar amablemente lo mismo a los patinadores y a todo el sistema que invadió la plancha? No estoy en contra de ella pero su legitimidad parte del mismo principio que la de los gaitecaz y demás seres mágicos.