Ana despertó en el cuarto de un hotel de mediana muerte con un bulto moreno al lado. Como cada que disimulaba dormir, cerro los ojos y apretó las piernas. La mañana llego puntual, con un ligero roce ocre en el ambiente, con temor en los susurros que se colaban atraves de la ventana. El bulto permaneció en silencio mas de media hora, despues se levanto, se enrollo una toalla en la cintura y con las manos rascandose los parpados camino hacia el baño; al cerrarse la puerta Ana se levanto y fue hacia la ventana, y con la mayor delicadeza la abrió de par en par. Sonaban las sirenas, sonaban los helicópteros, sonaban los llantos, sonaba todo lo que podía sonar. A lo lejos el humo pululaba ante los cerros, danzando coquetamente en los pliegues del viento. Con la mirada mas alla de las nubes, una mano se poso sobre su espalda desnuda. Después unos labios subieron hasta su cuello. Ana sonrió.
-¿Ana?
- ¿Que?
-Te quiero.
-Ah.
El bulto tomo a Ana por la cintura, cerro la ventana y corrió las cortinas.
El día era soleado y bello pero se estaba metiendo el olor a pólvora.
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