Tal vez sea así como se crean todas las figuras religiosas: sus amigos se jactan de él, lo van haciendo más y más enorme, para poder follar con el cuento. Ya se imaginan ustedes a San Pedro en un bar diciéndole a una chica guapa: “sí, yo era de la pandilla de Jesucristo. El y yo éramos inseparables…”En "Rant: La vida de un asesino"
De Chuck Palahniuk
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